Por: Leanlly Pérez- En el año 2009, la República Dominicana se estremeció con la trágica noticia del asesinato de Lohara Tavárez, una adolescente de apenas 16 años, estudiante dedicada y con un futuro prometedor por delante.
Lohara fue reportada desaparecida y, tras una intensa búsqueda, fue encontrada sin vida, marcando uno de los casos más impactantes y desgarradores de la historia reciente del país.
Lo que inicialmente parecía un trágico caso de violencia juvenil tomó un giro aún más oscuro cuando las investigaciones revelaron que la muerte de Lohara no fue un accidente ni un acto impulsivo, sino un asesinato planificado y ordenado por una persona inesperada: la madre de su mejor amiga.
La joven había salido ese día como de costumbre, acompañada de su amiga, sin sospechar que aquella jornada sería la última.
Según las pesquisas, el motivo detrás del crimen fue un conflicto personal entre la madre de la amiga y Lohara, envuelto en celos, malentendidos y problemas aún difíciles de esclarecer completamente.
Lo más perturbador fue descubrir que una adulta, alguien en quien se podría confiar, usó su influencia para planear la muerte de una menor conocida y vinculada estrechamente a su familia.
La investigación, aunque inicialmente lenta, se aceleró gracias a la presión de la sociedad y a la determinación de las autoridades policiales.
Finalmente, lograron identificar y arrestar a los responsables, incluida la autora intelectual del crimen. El caso provocó un gran impacto en la opinión pública, cuestionando la naturaleza humana y la confianza en el núcleo familiar.
A más de una década del asesinato de Lohara Tavárez, su historia permanece en la memoria colectiva del país como un recordatorio sombrío de cómo la violencia puede incubarse en los lugares más inesperados, incluso dentro de los círculos más íntimos.
Este caso marcó un antes y un después en la conciencia social dominicana sobre la importancia de la justicia y la protección de los jóvenes frente a las amenazas que pueden venir desde su propio entorno.
