Itooka, quien había disfrutado de una vida plena y activa, destacó por su alegría y vitalidad. Le encantaban los plátanos y una bebida japonesa con sabor a yogur llamada Calpis.
Durante su vida, siempre se mostró modesta, y cuando se enteró de que era la persona de mayor edad del mundo, respondió con un simple “Gracias”. El año pasado, en su cumpleaños, fue sorprendida con flores, una tarta y una tarjeta del alcalde, y celebró su longevidad con alegría.
Nacida en Osaka, Itooka fue conocida por su carácter vivaz. Durante su juventud, practicó voleibol en el instituto y llegó a escalar el monte Ontake, de 3.067 metros de altitud, en dos ocasiones.
Se casó a los 20 años, tuvo dos hijas y dos hijos, y se dedicó a dirigir la oficina de la fábrica textil de su esposo durante la II Guerra Mundial. Tras la muerte de su esposo en 1979, vivió sola en Nara hasta sus últimos años.
Itooka tuvo una familia numerosa, y le sobreviven un hijo, una hija y cinco nietos. Su muerte fue sentida profundamente por sus seres queridos, quienes celebraron su funeral junto a familiares y amigos cercanos.
En cuanto al título de la persona más anciana del mundo, actualmente lo ostenta la monja brasileña Inah Canabarro Lucas, quien nació solo 16 días después que Itooka, y tiene la misma edad.
A lo largo de su vida, Tomiko Itooka fue un ejemplo de longevidad, y su partida marca el fin de una era. Sin embargo, su legado perdurará como una de las personas que vivió más años y como un símbolo de vitalidad y fortaleza.
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