La mayoría de las familias que esperaban este lunes en Ramala, capital de Cisjordania ocupada, supieron con apenas un día de anticipación que sus seres queridos serían liberados.
Tras la entrega de 20 rehenes israelíes por parte de Hamás esta mañana, aproximadamente 90 palestinos recuperaron su libertad, entre cánticos y vítores.
«Estoy feliz, así de sencillo. La gente nos recibe con los brazos abiertos. La prisión fue realmente terrible, las condiciones pésimas, sobre todo en los últimos dos años», dijo a la agencia de prensa EFE Mohamed Ahmad al Khatib, condenado a 20 años en la prisión de Rimon, en la urbe palestina de Belén.
Cuando Khatib habla de estos últimos dos años, se refiere al 7 de octubre de 2023, fecha que lo cambió todo: ese día, Hamás mató a 1,200 personas en Israel y secuestró a 251, dando inicio a una nueva ofensiva bélica que ha llevado a Israel a arrasar Gaza y causar al menos 67,000 muertos, en su mayoría civiles.
De manera paralela, desde ese mismo 7 de octubre, el ministro israelí de Seguridad Nacional, el colono y ultranacionalista Itamar Ben Gvir, encargado del servicio de prisiones y la Policía, implementó una política de hambre contra los presos palestinos, restringiendo la comida, el acceso a duchas y la asistencia médica.
«Agradezco a nuestra gente por estar siempre aquí», insiste este exreo con el rostro chupado, barba sin afeitar y una kufiya blanca (pañuelo palestino) colgada del cuello.
De acuerdo con el acuerdo de alto el fuego, tras la entrega hoy de los 20 rehenes con vida que quedaban en Gaza al Ejército israelí y su retorno a las fronteras, se liberarían más de 1,700 palestinos en Gaza, muchos de ellos detenidos durante meses sin cargos ni juicio.
Además, 154 presos con largas condenas serían deportados a Egipto y 88 serían liberados en Cisjordania o Jerusalén Este.