Fumar afecta el sistema inmunológico incluso después de cesar el hábito, lo que no solo incrementa la susceptibilidad a las enfermedades, sino que también empeora cualquier dolencia común, haciendo que tanto fumadores como exfumadores experimenten más síntomas y complicaciones.
Continuando el camino trazado en la década de 1990 por la científica Polly Matzinger, quien delineó las funciones de control y protección interna del cuerpo humano llevadas a cabo por el sistema inmunológico, un estudio publicado este miércoles en la revista Nature se ha propuesto abordar la cuestión de qué factores ambientales externos afectan nuestras defensas.
Con el fin de obtener una respuesta, un equipo internacional de investigadores, vinculados a instituciones de Francia, Suecia y Estados Unidos, ha evaluado el efecto de 136 factores ambientales en el sistema inmunológico de 1.000 voluntarios, con edades comprendidas entre los 20 y los 70 años, que gozan de buena salud y nacieron en diferentes décadas a lo largo de cinco décadas distintas.
Se examinaron muestras de sangre de 200 personas por cada década, expuestas a los mencionados 136 patógenos.
Los investigadores se centraron específicamente en observar la cantidad de citocinas, un grupo de proteínas vitales para regular la actividad de las células del sistema inmunológico, que producían las personas estudiadas como parte de su defensa contra esos patógenos y para coordinar la respuesta inmunitaria para combatirlos.
La conclusión fue inequívoca: entre todos los factores ambientales investigados, el tabaquismo fue el que más impactó en la respuesta inmunitaria.
Una de las autoras, Violaine Saint-André, investigadora del Instituto Pasteur de París, explicó durante una conferencia de prensa organizada por Nature que el tabaquismo afecta las defensas del cuerpo de dos maneras.
El tabaquismo impacta en la inmunidad «innata o natural», que constituye la capacidad innata del cuerpo para neutralizar cualquier microorganismo que pueda ser perjudicial, y también altera la inmunidad «adaptativa» (mediada por los linfocitos), que genera anticuerpos específicos para cada amenaza.
Hallazgos
Los investigadores encontraron que, aunque la disfunción en la inmunidad innata es temporal y disminuye después de cesar el hábito de fumar, los efectos en la inmunidad adaptativa son duraderos y la cantidad de citocinas liberadas durante una infección u otra condición de salud sigue siendo alterada hasta 10 o 15 años después de que alguien haya dejado de fumar.
Notaron una relación entre la duración del hábito de fumar y la cantidad de cigarrillos consumidos con la persistencia de los efectos adversos en la inmunidad adaptativa.
Después de considerar factores previamente identificados como la edad, el sexo, la genética, el índice de masa corporal y la infección por citomegalovirus, «ahora demostramos que el tabaquismo es otro gran modificador del sistema inmune», agregó Saint-André.
«Si una persona deja de fumar recupera bien la parte de la inmunidad innata, pero no así de la inmunidad adaptativa. Esto indica que el sistema inmunitario posee memoria de haber fumado de forma persistente, lo que tiene una importante implicación para las personas fumadoras», indicó África González-Fernández, catedrática de Inmunología de la Universidad española de Vigo.
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