Por Gabriela Osorio.- Los desafíos diarios que enfrenta una persona ciega en la República Dominicana, donde la falta de conciencia social se une a la escasez de infraestructuras adaptadas para personas con discapacidad, dejándolos sin apoyo en un entorno urbano hostil.
La ausencia de señalización y accesibilidad en las calles y el transporte público significa que salir de casa se convierte en un acto cotidiano de valentía y superación.
Scott Feliz, quien perdió la visión por completo hace cuatro años, describió esta situación como «sobrevivir, no vivir».
Para los ciegos, caminar por la calle implica enfrentar numerosos obstáculos, desde barreras arquitectónicas hasta aceras obstruidas por vehículos, puestos de comida y basura acumulada.
La falta de señalización también dificulta la movilidad, especialmente en una ciudad ruidosa como Santo Domingo, donde el ruido puede desorientar aún más a las personas ciegas.
Aunque el Metro de Santo Domingo brinda cierta seguridad, con líneas de desplazamiento en las estaciones, la mayoría de las calles carecen de este sistema de guía para los invidentes.
Recibir apoyo del Estado es difícil, y las pensiones disponibles a menudo implican la incapacitación del beneficiario, lo que va en contra del deseo de independencia de muchas personas con discapacidad visual.
A pesar de la existencia de leyes que garantizan la igualdad de derechos y oportunidades para las personas con discapacidad en la República Dominicana, la falta de aplicación efectiva de estas leyes significa que muchas organizaciones sin fines de lucro desempeñan un papel crucial en la capacitación y apoyo de las personas ciegas.
Aunque la discapacidad visual es común en el país, no existen cifras precisas sobre su prevalencia, lo que refleja una falta de datos actualizados y precisos sobre esta comunidad.
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