Argentina.- Según una encuesta realizada a más de 1,360 argentinos, la mayor parte de la población expresó confiar más en empresarios que en sus propios políticos.
De acuerdo con un estudio reciente de D’Alessio IROLLos, los argentinos confían muy poco en los principales actores que hacen la escena política, económica y social de su país.
A través de una encuesta realizada a 1,360 argentinos, mayores de 18 años, se evaluó la confianza que la ciudadanía tiene respecto a once actores clave.
En el ranking general, ordenados de mayor a menor confianza, terminaron ubicados de la siguiente manera:
- Fuerzas Armadas
- Periodistas
- Empresarios
- Policía
- Fondo Monetario Internacional
- Políticos
- Iglesia Católica
- Movimientos Sociales
- Poder Judicial
- Sindicalistas
- Líderes Piqueteros
Ranking de Confianza
Los argentinos confían más en los empresarios y en el FMI que en los políticos y la iglesia católica.
Además, se confirma el descreimiento que hay hacia el poder judicial, ubicado antepenúltimo (solo el 12% confía mucho o bastante).
En los dos últimos lugares, bastante separados del resto, se encuentran los sindicalistas y los líderes piqueteros, que alcanzan niveles formidables de total desconfianza: el 78% y el 74%, respectivamente, no confía nada en ellos.
Por otro lado, vale la pena destacar que todos suman niveles de desconfianza mucho mayores que de confianza.
Con muy poco, las Fuerzas Armadas logran ubicarse en la primera posición: apenas un tercio de los encuestados afirmó que confía mucho o bastante en ellas; los dos tercios restantes les confían poco o nada.
No obstante, parece ser que el rol que han cumplido en los últimos años, comprometidas plenamente con la Democracia.
Brindando asistencia ante catástrofes y desastres naturales, y participando de misiones de paz de la ONU alrededor del mundo, fue suficiente para colocarlas en la cima del ranking.
Sin embargo, entre las causas destacadas que parecen haber contribuido a construir una sociedad pesimista y carente de confianza se encuentran;
Las frustraciones y decepciones acumuladas, las promesas incumplidas, la disfuncionalidad institucional, el fracaso constante del Estado en suministrar bienes públicos.
La corrupción en sus múltiples dimensiones, el alto nivel de conflictividad, los problemas eternos (inflación, inseguridad) y las incriminaciones mediáticas y judiciales recurrentes.
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