Por: leanlly Pérez- Cada 1 de diciembre, la familia de Rafael Antonio Tapia Rodríguez revive la misma mezcla de dolor y esperanza. Han pasado 24 años desde que el entonces inspector y policía municipal desapareció mientras viajaba desde La Vega hacia Jarabacoa, sin que hasta hoy se sepa qué ocurrió.
Su hija, Judit Tapia, recuerda que su padre era el pilar de la familia, pues su madre había fallecido seis años antes. Relata que el día previo a su desaparición lo notó tenso y distraído, pero no imaginó que sería la última vez que lo vería.
La mañana del 1 de diciembre de 2001, Rafael Antonio no amaneció en la casa. Sus hijos encontraron una carta de despedida, pero Judit duda que se tratara de un suicidio: “Nunca apareció el cuerpo. No creo que se fuera tan lejos a quitarse la vida”.
La familia denunció la desaparición y contrató investigadores privados, pero asegura que las autoridades apenas actuaron tras recurrir directamente al entonces jefe policial, Pedro Candelier, amigo de Rafael. Aun así, la búsqueda no dio resultados.
El último testimonio provino de un amigo de la familia que afirmó haberlo visto subir a un vehículo blanco rumbo a Jarabacoa, llevando algo negro en las manos. Desde entonces, no ha surgido ninguna pista confiable.
A lo largo de los años, familiares viajaron incluso hasta Baní, tras reportes de personas que afirmaban haber visto a alguien parecido a él, pero siempre regresaron sin respuestas.
Hoy, Rafael Tapia tendría 77 años. Su hija lo recuerda como un hombre solidario y trabajador, fundador de la Policía Municipal de Jarabacoa y colaborador político en su comunidad. También lamenta la falta de acción estatal: “Las autoridades nunca dieron respuesta. Aquí en Jarabacoa han pasado muchas desapariciones y nunca se sabe nada”.


