Madagascar inició este miércoles una nueva etapa de gobierno militar, luego de que una unidad de élite del ejército asumiera el poder tras la destitución del presidente Andry Rajoelina por abandono de sus funciones.
El contingente militar CAPSAT tomó el control el martes, poco después de que el parlamento aprobara por amplia mayoría la destitución de Rajoelina, quien aparentemente había abandonado la isla de Madagascar.
El presidente había enfrentado más de dos semanas de protestas en las calles, encabezadas por jóvenes manifestantes que repudiaban a la élite gobernante.
La capital, Antananarivo, amaneció tranquila este miércoles, aunque con cierta incertidumbre sobre el futuro político del país.
El coronel Michael Randrianirina, comandante de CAPSAT y nuevo presidente de facto, declaró que la transición durará menos de dos años e incluirá la reestructuración de las principales instituciones. Esta será supervisada por un comité integrado por oficiales del ejército, la gendarmería y la policía.
Randrianirina, crítico abierto de la administración de Rajoelina, prometió convocar elecciones en un plazo de 18 a 24 meses y aseguró que el comité buscará un «primer ministro de consenso» para formar un nuevo gobierno.
El Tribunal Constitucional ratificó su autoridad al validar la votación parlamentaria que destituyó a Rajoelina.
Por su parte, la presidencia denunció «un claro intento de golpe de Estado» e insistió en que Rajoelina, cuyo paradero se desconoce y que fue visto públicamente por última vez hace una semana, «sigue plenamente en el cargo».
La ONU, por su parte, expresó el martes que espera a que «se calmen las aguas», pero manifestó su preocupación por cualquier cambio inconstitucional de poder.
«Los líderes militares que tomaron el poder deberían respetar y proteger los derechos de todo el pueblo malgache», afirmó, por su parte, Human Rights Watch.